Etiquetas

,

Obligada por mi yo y mis circunstancias, presionada por los mensajes que preceden a este día. Soy influenciable, soy de fácil convencer y teniendo como tengo un hueco en el que contar historias, y coincidiendo como coincide con este 14 de febrero decido que es buen momento para hablar de aquello que dicen que mueve el mundo. ¿Del poder, del dinero? sugiere una voz que se asoma por mi hombro. No, del amor, le respondo en un susurro.

Les advierto que soy de esas que nunca ha celebrado este día, o más bien –maticemos- soy de esas que no recuerda haber celebrado nunca este día. No está de más poner un poco de prevención en estas afirmaciones, no vaya a ser que alguno se sienta ofendido por el poco poso que dejo en una, o  por lo que pudo haber pasado y mi memoria haya decidido olvidar. No creo que este año vaya tampoco a celebrarlo. No espero recibir ninguno de esos regalos de enamorados y no creo que nadie espere de mí ninguna felicitación. Y no es por falta de consideración o de pasión hacia cierta persona -créanme-, solo es por un poco de pereza y por otro poco de principios.

Pereza y principios que se entremezclan cuando me dicen que es hoy cuando tengo que mostrar y demostrar lo mucho que aprecio a quien ha decidido estar a mi lado este día y el resto de los días del año. Que es hoy cuando tengo que decirle que le quiero más que ayer y menos que mañana. Mal vamos si tenemos que esperar al ecuador de febrero para contarnos lo mucho que nos necesitamos, lo bien que hicimos cuando decidimos comenzar lo que quiera que sea lo nuestro. Así que por pereza y por principios he decido prorratear los minutos de este día para que me alcancen para todo el año. Para que no me quieran tanto este día, para no tener que querer  por obligación. Para poder querer y que me quieran en esos otros días. Para mostrarlo y que me lo demuestren. Todo, siempre.

 

(Publicado en los diarios del «Grupo Noticias» el 14 de febrero de 2018.)